jueves, 29 de noviembre de 2012


Obstinación

Lentamente me deje embriagar por los finos trazos de tu sombra
mi tímida mirada te buscaba en esos oyameles tan profundos como el bosque
y mientras más te buscaba menos te encontraba en ese interminable cielo,
lucias como sirena en el Pacifico, el sol radiante iluminaba tu rostro,
tus cabellos seductores imantaban toda mi atención frívola y  dormida sin fuego.

Mi palabra enmudecía de ti, te paseabas ávida y con gracia,
el tiempo en aquella mesa se detenía sutilmente como el aire,
yo estaba allí ahogado en un vaso sin agua, sediento de ti
ansioso por descubrir tu voz, por perderme en tu abismo eterno sin malicia,
por escuchar mí nombre simple y sin mesura de tus labios sin pecado.

Eras bella, tan bella con naturaleza hermosa de los valles
eras mía en el silencio, en el ficticio pensamiento sin lujuria,
el volcán que yacía de mí se encontraba sereno a tu purísima presencia,
las prendas blancas de tu cuerpo y no del tuétano me arrastraban a tu costa,
yo era  un soldado invasor  para ti pero sin guerra

Por  momentos deseaba escapar hacia tus nublados pasos
buscarte desesperadamente como roedor en los arbustos del invierno,
extinguir esta lejanía que apartaba tu mano de la mía,
turbar esta oleada que te confundía de colores en el mar
pero estabas tan lejos de mi faro que ni sabias si existía.

Repentinamente se acercó la hora de partir de este muro del recuerdo ahora
donde grabado sobre la mesa  yacerá por la eternidad,
un silencio obstinado, perdido por los aires sin rumbo  y
los deseos infinitos  sin tregua a tu amor lejos en el dormir de la tarde,
pero la vida es de encuentros, quizá  lo nuestro nunca se escribió,
quizá lo nuestro nunca se escribirá.